La agricultura ecológica
Los alimentos ecológicos se están promocionando cada vez más y, al mismo tiempo, aumenta el número de consumidores de este tipo de productos. Pese a la creencia popular, la biocultura no implica ser vegetariano, sino comer de la producción agrícola que utiliza técnicas respetuosas con el medio ambiente.
Hortalizas y verduras, pero también carne y embutidos, vinos y cervezas. En el campo o en la ciudad, todo el mundo puede disfrutar de los productos y servicios del mundo ecológico.
Así, la preocupación de los consumidores crece para la búsqueda de un consumo de mayor calidad. Las palabras "ecológico", "eco", "biológico", "bio", y "orgánico", que denominan a los alimentos obtenidos de una agricultura ecológica, parecen estar de moda.
Precisamente, estos días se ha celebrado en Barcelona (España) la Feria Biocultura, que ha agrupado a comerciantes y productores de este sector.
Si una cosa queda clara en la Feria Biocultura es que consumir productos ecológicos no tiene nada que ver con ser vegetariano. La agricultura "bio", regulada por la Unión Europea, recibe este nombre por ser respetuosa con el medio ambiente.
Así, los productores prescinden de los agroquímicos, como los fertilizantes y los plaguicidas, y los sustituyen por técnicas agronómicas, biológicas y mecánicas, tanto tradicionales como novedosas.
Sin embargo, y a pesar de lo que muchos creen, las personas que eligen este tipo de consumo no dejan de comer carne. El consumo biológico no envuelve sólo a lo vegetal, sino a cualquier tipo de alimento producido mediante unas técnicas concretas.
Así, la carne procedente de la ganadería ecológica garantiza que los animales han sido criados con productos que no añaden aditivos ni conservantes, y que respeta el ciclo biológico del animal.
Diversidad de productos de calidad
Cualquier alimento puede ser ecológico si cumple el marco fijado por la legislación. En Biocultura, se podía encontrar desde mermeladas naturales hasta pizzas, cervezas o café.
La bollería y panadería también utilizan ingredientes respetuosos con el medio ambiente y disponen de un gran surtido que nada tiene que ver con la que se produce a escala industrial, que constituye uno de los principales causantes de colesterol y otros problemas relacionados con la obesidad.
Y es que el mundo de la alimentación ha tocado fondo y la gente presta cada vez más atención a la bondad de los productos consumidos. La obesidad y las enfermedades causadas por el exceso de peso son la causa del consumo exagerado de este tipo de productos.
Asimismo, chorizos, longanizas, jamones y demás embutidos ecológicos se unen a yogures y demás lácteos que provienen también de los animales.
Identificar un producto de este tipo es fácil: todos suelen llevar el prefijo "eco" o "bio" delante y además tiene una etiqueta con el nombre o código de la entidad de control autorizada.
El huerto en la ciudad
Las tiendas de productos ecológicos están cada vez más presentes en pueblos y ciudades, de tal manera que cualquier persona puede acceder a ellos.
Los mercados que se organizan en plazas y calles de poblaciones suelen ser también un aparador de venta de estos alimentos.
Los expertos recomiendan preguntar siempre la procedencia y el método de producción a los vendedores para estar seguros de que lo que comemos es de calidad garantizada.
Hay quienes prefieren cultivar ellos mismo las hortalizas como un pasatiempo más que, al mismo tiempo, les da frutos. Para eso, es perfecto vivir en el campo, donde hay espacio y recursos para hacerlo. Pero ahora ya no es un requisito imprescindible.
Existen empresas que se dedican a desarrollar "huertos urbanos". Son macetas de cultivo de un metro cuadrado, que se colocan en los balcones y terrazas de los pisos, en las que se puede plantar frutas y hortalizas.
La empresa se encarga de asesorar a los interesados sobre los sistemas de riego y los sustratos y abonos que utilizar para conseguir unos alimentos ecológicos de primera calidad.
La calidad se paga
La biocultura, pues, no es nada más que una opción de vida que garantiza una alimentación sana y de calidad. Sin embargo, esto se paga. Uno no puede esperar encontrar los mismos precios que en el supermercado, porque el proceso de elaboración y la calidad no es igual.
El tratamiento de los productos ecológicos requiere de mucha labor y horas de trabajo y cuidado. Eso tiene un precio que repercute en el mercado.
Lo de "bueno, bonito y barato" no es verdad, al menos en este caso. Pero los consumidores optan cada vez más por la calidad, aunque esto suponga gastar más dinero.
Terapias para cuidarse
Una de las propiedades de los productos ecológicos es precisamente el alto nivel de calidad de vida que ofrecen. Una selección cuidada de sus ingredientes, en equilibrio con las necesidades del cuerpo, mejora el ritmo diario.
Para completarlo, existen las terapias naturales que intentan sacar el máximo provecho de la energía del propio cuerpo. Feng-shui, Shiatsu, Yoga, acupuntura, aromaterapia, etc. Muchas de ellas provienen de la medicina china.
El estrés y la ansiedad que se sufre hoy en día hace aumentar el número de interesados en estas terapias.
La relajación, el silencio y la armonía con el cuerpo adquieren importancia.
En definitiva, estas terapias constituyen un complemento de nivel para una vida de calidad. Estar bien con uno mismo y conocerse físicamente es tan importante como comer bien.
Cuerpo y mente son los elementos esenciales de este equilibrio entre lo saludable y lo sano.
La oferta ecológica o biológica es muy amplia y no se le escapa ningún ámbito de la vida en el hogar.
Además, cualquier consumidor puede acceder fácilmente a estos productos y servicios, sea donde sea.