La clave del Destino
Desde hace siglos, los seres humanos buscan en las cartas la clave de su destino. A veces, la encuentran... El mundo fascinante del Tarot, ¿podrá ayudarnos en nuestra búsqueda espiritual?. Aprendamos ca conocer e interpretar estas barajas; sus enigmáticos símbolos nos invitan, si no a una iniciación, a un apasionante –cuanto menos– juego de sociedad.
El juego del Tarot es posiblemente el antepasado de todos los juegos de cartas modernos. Pero, ¿se puede hablar apropiadamente de un juego cuando se menciona al Tarot?. ¿Se trata sólo de una simple serie de láminas ilustradas?. ¿Sólo destinadas a entretener el ocio humano?.
Resulta difícil creerlo. Desde luego, los tarots, ricamente adornados, pueden gustar y divertir. También pueden invitar a un largo y apasionante viaje por un universo mágico, donde las cosas no son exactamente las mismas que en el nuestro, donde el pasado y lo porvenir se interpenetran, desafiando todas las leyes conocidas del espacio y el tiempo, donde el Hombre debe "subirse sobre sus propios hombros" para conocer lo que le espera.
No se sabe con exactitud quién inventó los juegos de cartas en general, ni el Tarot en particular; existen las hipótesis más disímiles en este sentido. En el siglo XVIII se habló de la Atlántida y de Egipto: esta última hipótesis fue propuesta por Antoine Court de Gébelin (1725-1784) en una obra titulada “Le monde primitif” ("El mundo primitivo"). Pero hay otros autores que creen que los tarots vinieron de China o de la India, o quizás de la antigua patria de los gitanos o, posiblemente, llegaron a Europa a través de los cátaros.
Un dato es seguro: el primer juego de cartas apareció en Alemania hacia 1325. Esas cartas eran sólo estampas que reproducían escenas de la vida cotidiana. Las barajas eran ejemplares únicos, iluminados a mano, cuyo usufructo estaba reservado a los privilegiados que podían pagarlas.
En 1381, los papeles de un notario de Marsella, Laurent Aicardi, mencionan un juego de cartas. En 1382 existía algún juego en la ciudad francesa de Lille. Y las cartas se fueron extendiendo por todo el mundo europeo.
En esa época, un tal Jacquemin Gringonneur se definía a sí mismo como "maestro fabricante de naipes". Pertenecía a la corporación de iluminadores y pintores de imágenes religiosas; las cartas ya estaban vinculadas a un simbolismo religioso. En 1392, Carlos VI, rey de Francia, encargó tres juegos de naipes a Gringonneur. Diecisiete cartas de uno de esos juegos han llegado hasta nosotros.
En Italia, los tarots fueron mencionados por primera vez en 1379. Es una fecha poco segura para un juego poco seguro, descripto sin mucha precisión en los archivos de la ciudad de Viterbo. En cambio, en 1432, la familia Visconti-Sforza encargó a Bonifacio Bembo un Tarot de 78 cartas, de las que 74 han llegado hasta nuestros días. Las figuras y los colores que emplea son bastante parecidos a los de uso común en el tarot marsellés de la actualidad.
En 1465, también en Italia, se grabó en planchas de cobre un juego atribuido al famoso pintor Andrea Mantenga; se compone de 50 cartas, previstas para jugar. Pero el juego desempeñaba, además, una función educativa, ya que en él figuran los diez estados del Hombre, Apolo y las nueve musas, las diez ciencias, los tres principios cósmicos y las siete virtudes, los siete planetas y las tres esferas de las "estrellas fijas", además del "Inspirador original" y la "Causa de las causas".
Puesto en orden, el juego de Mantenga describe el orden y la unidad del universo. Constituye una especie de escala simbólica que va de la Tierra al cielo y del cielo a la Tierra; la idea de la elevación espiritual del Hombre y de la toma de conciencia cósmica empieza a avanzar.
El juego del Tarot alcanzó una gran popularidad en la Europa del siglo XVI; en aquel momento, el número de naipes oscilaba entre 78 y 97. A partir del siglo XVIII se consideró "oficial" la baraja de 78 cartas, con sus cuatro series de 14 cartas "inferiores" (los arcanos menores) que van del as al rey, y sus 22 cartas maestras (los Arcanos Mayores).
Numerosos autores del siglo XIX estudiaron con enorme interés el Tarot. Eliphas Levi, el famoso ocultista francés (cuyo verdadero nombre era Alphonse Louis Constant) descubrió una correspondencia entre los 22 Arcanos Mayores y las 22 letras del alfabeto hebreo. En Inglaterra, los miembros de la Golden Dawn –el "Amanecer Dorado", la célebre sociedad, mitad literaria, mitad secreta– estudiaron intensamente el aspecto adivinatorio del Tarot. Entre ellos figuraban el gran poeta W. B. Yeats y también Alesteir Crowley, quien terminó por crear su propio Tarot, con figuras más conformes a su autenticidad original... en opinión del propio Crowley.
En los países anglosajones el estudio del Tarot tuvo un desarrollo muy intenso, a causa, sobre todo, de la influencia de los antiguos iniciados de la Golden Dawn. En la actualidad, la asociación norteamericana de los “Builders of Adytum” ("Constructores del santuario") realiza importantes trabajos en torno al significado oculto del Tarot.
Esta genealogía, que explica muy bien el cómo del desarrollo del Tarot, no nos dice nada acerca de su porqué. ¿Quién diseñó los Arcanos Mayores?. Podría ser que los templarios hubiesen recibido una iniciación tradicional, ajena al mensaje cristiano, durante el tiempo que estuvieron en Palestina, y que hubiesen transmitido ese saber a través de las hermandades de "compañeros" que trabajaban en aquella época en la construcción de las catedrales góticas. Recordemos que de esas hermandades de constructores y albañiles (maçonnerie, en francés) surgieron los masones, con su filosofía secreta y especulativa de mística sagrada.
El hecho es que los Arcanos Mayores rebosan de simbolismos astrológicos, alquímicos, esotéricos y religiosos, tanto cristianos como paganos. Las tradiciones del antiguo paganismo europeo siguen rigiendo el Tarot: normalmente, no se debe echar las cartas el 1º de mayo, ni durante la Luna Llena de ese mes. No es más que un ejemplo, elegido entre muchos otros.
Los arcanos menores también están cargados de simbolismo. Sus cuatro palos son las “espadas” ("picas" en la baraja francesa o inglesa), las “copas” (corazones), los “bastos” (tréboles) y los “oros” (diamantes). Con frecuencia se ha afirmado que retomaban los temas de los grandes "rosetones" (vitrales circulares con representaciones simbólicas en el frontispicio de algunas catedrales) góticos. Según algunos ocultistas, con mucho fundamento, representan tanto los cuatro objetos sagrados de la leyenda del Santo Grial (la espada, la copa, la lanza y el plato) como los cuatro elementos universales (fuego, tierra, aire y agua).
En general, las personas que actualmente se interesan por el Tarot no se ocupan más que de las 22 láminas mayores. Cada una de ellas representa un personaje concreto y un número de orden. El orden generalmente aceptado distribuye los puestos de la siguiente forma: