Soñar con la muerte 2ª parte
Todo lo que el muerto dice en el sueño hay que aceptarlo como cierto y verídico, porque los muertos no mienten. Orar en el sueño por los muertos o visitar sus sepulcros, es signo de práctica de caridad en la vigilia, o hará compañía de los viajeros. Ver muerta a la esposa y luego resucitada, predice un beneficio en la sementera. Tropezar en el sueño con un muerto anuncia dinero. Caminar tras un muerto es seguir su ejemplo.
La muerte de un sacerdote presagia la ruina de la ciudad. Verse muerto sin enfermedad y sin ningún síntoma grave, presagia vida larga. Verse en agonía es una injusticia consigo mismo o con los demás. La muerte de un hijo en el sueño es triunfo sobre un enemigo y una salvación de un peligro. La muerte de una hija es una desesperación. Verse muerto y enterrado: casamiento del soltero, o la pérdida de la confianza de los amigos.
El casado que se vea muerto y enterrado, tendrá que separarse de su mujer, o de los amigos, socios y parientes. Esta visión anuncia también viaje largo; mas si está ausente volverá. Para el que está con miedo y temor, triste y acongojado, la muerte es indicio de alivio y de tranquilidad. Para el enfermo es signo de salvación.
La muerte de los hermanos predice la de los enemigos. Verse entre difuntos, predice que estará en la’ vigilia rodeado de gente mentirosa. Acompañar a un muerto es viaje largo y de provecho. Comer con un muerto: vida larga. Conducir a un muerto al cementerio: caridad y obra de justicia. Ver vivo a un muerto es un buen presagio.
Ver a los difuntos, con ropa nueva, es signo de alegría y bienestar en el hogar del soñador y viceversa. Ver a un muerto con la cara sombría, predice que ha muerto sin reconocer sus errores ni confesar sus pecados y faltas. El muerto que gasta bromas en el sueño, predice que la visión es falsa, por cuanto la vida de ultratumba es diferente a la de este mundo. Ver a los padres muertos, volver a esta vida es signo de alegría y disipación de temores.
Ver morir a un muerto, presagia la muerte de uno que tiene el mismo nombre del difunto. Ver a alguien dar de beber y comer a un muerto, es pérdida de dinero, desgracia. Dar a un difunto una prenda de vestir: para el soñador es un vaticinio de muerte. Recibir del difunto alguna prenda como ser camisa, joyas, etc., heredará la vida que el difunto llevaba; mas si es comida se traduce por bienes inesperados. Todo lo que se reciba del muerto y que sean cosas gratas al espíritu anunciar buen augurio.
Conversar con los muertos es un signo de vida larga; recibir de los muertos es señal de mucho bien. Besar a un muerto conocido, es un beneficio que de éste se recibirá; mas si el que sueña está enfermo, esta ‘visión le será fatal. Casarse en el sueño con una mujer ya muerta, es presagio de muerte; lo mismo si es mujer la que se casa con un muerto. Ver que un difunto se ha casado con una mujer viva: muerte de ésta. Seguir a un muerto a una casa desconocida y luego entrar en ella y no salir, es presagio de muerte; más seguirlo y no entrar: peligro.
Recibir de un muerto una camisa sucia o vieja: pobreza. Ver a un muerto pegar a un vivo, se traduce que éste está cometiendo faltas graves que contrarían la moral y la ley de Dios, porque los muertos nunca obran mal debido a la inspiración beatífica que reciben, y porque están morando en el recinto de la Justicia Divina. Otros intérpretes dicen que esta visión anuncia mucho bien. Las órdenes y consejos de los muertos deben ser acatados en la vigilia.
El tiempo que un muerto anuncia se considera de este modo: Un día se toma por un mes; un mes se toma por un año, y un año por diez años. La muerte de la madre es un presagio fatal para el durmiente, lo mismo la del hermano si el que sueña se halla enfermo. Otros dijeron que la muerte de la esposa es paralización de los negocios del marido. Ver a un muerto que en vida era gobernante, anuncia que el soñador seguirá el ejemplo del difunto.
Ver a un sacerdote ya muerto, actuar en algún lugar, es un signo de mucho bienestar para dicha comarca. Ver a muertos levantar de sus tumbas e ir a ocupar sus casas libertad de los prisioneros, brote de las plantas y de todo sembradío. Para el creyente la muerte es signo de Gracia Divina. Puede interpretarse por renunciamiento.
La muerte repentina es riqueza para los pobres, y miseria para los ricos. Ver a los Profetas y los Santos en el sueño, indica poder y fuerza moral y un sello de gran distinción. Los sueños de muerte no anuncian la muerte física, sólo afirman que algo ha muerto, que algo desaparece de nuestro horizonte vital; puede ser una relación, un amor, una amistad, o simplemente una cualidad o un defecto, algo íntimo y personal que sólo conocemos nosotros, que no queremos aceptar su desaparición y que el sueño trata de hacernos reconocer la realidad.
Pero la verdad es que son rarísimas las ocasiones en que la muerte física de otra persona puede percibirse en sueños, por más que con la misma nos una un gran afecto o parentesco.
Y cuando esto ocurre, la intensidad y verismo del sueño es tal aunque sólo se trate a veces de una voz lejana que no queda la menor duda de que se trata de un proceso telepático o el contacto con una realidad trascendente. Pero también existe otro tipo de sueños de muerte, y es el que aparece cuando la edad ya nos hace presentir su proximidad aunque sólo sea en el fondo del subconsciente y nos neguemos a reconocerlo. Es por ello que en el declinar de la vida la presencia de la muerte suele ser más frecuente en sueños, sin que por ello anuncie la muerte de nada.
Del mismo modo que en estas edades existe el automatismo inconsciente de revisar las esquelas mortuorias de los periódicos, como buscando si en las mismas figura algún viejo amigo de la infancia, o alguien con quien hace largos años que hemos perdido el contacto, también estos sueños de muerte responden al mismo fenómeno y ambas cosas no son más que una preparación inconsciente para nuestra propia muerte y suelen tornarse repetitivos o al menos relativamente frecuentes, hasta que una noche, en el mismo sueño se advierte que aceptamos lo inevitable como algo natural perdiendo el carácter terrible con que se nos aparecía aquel momento; y el sueño, cumplida su misión, no vuelve a aparecer.