La falta de sueño
Dormir bien es la base para conseguir un perfecto desarrollo muscular a todos los niveles. Lo ideal sería descansar una media de ocho horas al día, pero la realidad es bien distinta en nuestro día a día, y es que el estrés y las obligaciones cotidianas en muchos casos nos obligan a descansar seis horas e incluso menos. Esto es un mal que muchos de nosotros intenta remediar durmiendo más en fin de semana. Pero ¿es esto realmente efectivo?
La mayoría de nosotros aprovecha la llegada del fin de semana para dormir más y así poder recuperar el cansancio acumulado durante la semana. Esta es una práctica muy normal, pero no es efectiva, ya que el cuerpo, a pesar de descansar, recuerda y acumula a lo largo de los días esa falta de sueño, y aunque descansemos mucho un día, no nos servirá para recuperar lo que hemos perdido en días anteriores. Esto debemos tenerlo en cuenta a la hora de fijar las horas de descanso diarias
La capacidad de mantenernos alerta o atentos es esencial para nuestra supervivencia, pero es un recurso finito, que decae progresivamente a medida que aumentan las horas que llevamos despiertos. Sin embargo, determinar cuántas horas de sueño son necesarias para que logremos un estado de atención y rendimiento satisfactorios continúa siendo objeto de debate.
Esta cuestión adquiere una especial importancia en el día a día de algunos profesionales como médicos, enfermeros o conductores cuyos turnos de trabajo a veces no respetan el reloj biológico ni el ritmo circadiano, que se distribuye en ciclos de unas 24 horas y en los que el sueño tiene lugar durante la noche.
Algunas investigaciones han señalado que quienes 'engañan' a su cuerpo respecto al descanso son más vulnerables a la enfermedad, al estrés, a sufrir problemas de memoria y aprendizaje, a tener accidentes de tráfico, e incluso, a ganar peso. Por si esto fuera poco se ha llegado a la conclusión de que permanecer despierto durante 24 horas puede disminuir tanto nuestras habilidades como una tasa de alcohol en la sangre del 0,10%.
A la vista de estos datos un grupo de investigadores encabezados por Daniel A. Cohen, miembro del Hospital Brigham and Women’s y del Centro Médico Beth Israel Deaconnes, en Boston (EEUU), decidió comprobar los efectos en el rendimiento de una privación de sueño continuada y de la distorsión de los ritmos de descanso naturales. Para ello contaron con una muestra de nueve individuos sanos cuyos ritmos de descanso y vigilia fueron controlados a lo largo de 38 días. Durante tres semanas los sujetos durmieron sólo 10 horas de cada 43, lo que equivale a 5,6 horas de sueño diarias.
A lo largo de este periodo el ritmo circadiano de los individuos, la privación aguda de sueño (en una jornada concreta), y la restricción crónica del descanso (acumulada a lo largo de los días) ejercieron su acción de forma separada. Para valorar cuál de los tres factores afectaba más a la capacidad de reacción de los sujetos y en qué momentos ejercían su acción, los participantes fueron sometidos a diferentes exámenes.
Pendientes del reloj
Los científicos observaron que a las pocas horas de despertar de un sueño de 10 horas el rendimiento de los individuos era normal, pero éste se iba deteriorando a medida que el periodo de vigilia de 33 horas transcurría. Además, se observó que según discurrían las semanas la falta de sueño se iba acumulando y las capacidades de los sujetos se deterioraban progresivamente día tras día, a pesar de que durante las primeras horas tras despertar sus reacciones parecían normales.
Para los autores lo más sorprendente del experimento fue observar cómo la primacía del ritmo circadiano se seguía manteniendo a pesar de que los días y las semanas iban pasando. Así, el reloj biológico de los participantes se mantuvo en su punto más bajo a altas horas de la noche, lo que mermaba la velocidad de reacción de los individuos en ese segmento horario, pero, sorprendentemente, permanecía en su nivel más alto a media tarde, momento en que la velocidad de reacción seguía relativamente normal, a pesar de la falta de sueño sufrida durante la jornada y acumulada día tras día.
"Los datos de este experimento revelan que las personas pueden desarrollar un déficit de sueño crónico, aún aparentando recuperarse totalmente de una falta de sueño aguda. Es normal que los individuos tengan episodios relativamente largos de sueño durante el fin de semana y las vacaciones, pero cortos durante los días laborales o escolares. Bajo estas condiciones, los sujetos que sufren restricciones crónicas de sueño pueden tener una falsa sensación de recuperación de su déficit de sueño previo como resultado de rendir bien durante las primeras horas del día tras un periodo de sueño normal", explican los autores.
A la vista de estas conclusiones, los resultados de la investigación son de especial importancia para quienes trabajan en turnos muy largos, sobre todo si no respetan los ritmos circadianos, ya que estas personas pueden no ser conscientes de su vulnerabilidad y de que están acumulando un déficit de sueño crónico, por lo que corren el riesgo de quedarse dormidas de repente en medio de la noche.