El señor de los sueños
Desde siempre hemos oido esa expresión cuando preguntas por alguien que está durmiendo: "no te puede atender, está en los brazos de Morfeo". Y, pese a que sería más agradable y reconfortante, no es que esté en los brazos de su pareja, sino durmiendo (o como se podría decir también en el salón de los sueños). La expresión proviene de la mitología clásica, en particular, de la mitología griega y su inmenso panteón de dioses.
Morfeo, considerado el dios del sueño en la mitología griega y de categoría menor, era hijo de Hipnos, que personificaba el sueño, y de Nicte, que era la Noche, y hermano de Tánatos, la muerte. A este dios se le encomendó como misión crear sueños para aquellos que dormían y que los que en ellos aparecieran tuvieran forma humana. De hecho Morfeo, o Morpheus, viene del griego y significa "forma".
Morfeo tenía la increíble habilidad de recorrer el mundo una y otra vez con sus alas fabricando fantasías para los humanos. Si alguien presentaba problemas para dejarse mecer en sus brazos, él sabía seducirlos y llevarlos consigo al mundo onírico. Y si hacía falta, podía adquirir la apariencia de algún familiar del insomne.
Mientras tanto, sus hermanos Fobetor y Fantaso, encargado uno de la aparición de animales y otro de los objetos que aparecían también en sueños, le ayudaban.
Morfeo se encargaba de inducir los sueños de quienes dormían y de adoptar una apariencia humana para aparecer en ellos, especialmente la de los seres queridos (de ahí su nombre), permitiendo a los mortales huir por un momento de las maquinaciones (los engaños) de los dioses.
Por eso, como Morfeo era el guardián de los sueños, aquél que permitía que tuviésemos dulces sueños, hoy en día, cuando alguien está durmiendo o se le ve que está disfrutando de un dulce sueño, se dice que está entre los brazos de Morfeo.
Transmitía a los soñantes los mensajes de los dioses y se encargaba de vigilar el eterno letargo de su padre, Hipnos. Cuentan los antiguos poetas que por una puerta hecha de asta salían los sueños verdaderos y sanadores y por otra puerta construida en marfil las pesadillas y falsos sueños.
Se le representaba como un joven con un par de alas en las sienes y que en ocasiones portaba un cuerno mágico, una varita o una flor de adormidera con la que tocaba la frente de los hombres para dormirlos.
Los médicos griegos rindieron culto a Morfeo especialmente en los santuarios de los grandes oráculos y en los templos de Esculapio, dios de la medicina, donde era invocado por medio de complejos rituales donde se empleaban baños, ayunos, quema de inciensos, música y cantos que inducían al sueño. Los médicos griegos, además llevaban a sus pacientes a unos templos especiales en los que se podía dormir, y a través de los sueños recibían la curación o consejos curativos.
Se cuenta también que Morfeo fue hijo de Hipnos así como los "mil oniros", con la particularidad de que estos "mil oniros" controlaban el soñar de los seres corrientes mientras que Morfeo y sus hermanos Fobetor, (Iquelo, el espíritu de oscuras alas que traía también las pesadillas), y Fantaso, ambos nacidos de la unión de Hipnos con Pasítea, o Aglaea, que era la más joven de Las Tres Gracias, (por ello surge la duda de si Morfeo era también fruto de la unión de Hipnos con esta Gracia).
Cuenta la mitología que cuando Ceice, rey de Traquis (ciudad situada al sur de Tesalia), y casado con Alcíone, hija de Eolo (dios de los vientos), se ahogó, su esposa, desesperada por su tardanza, se enteró del trágico final por medio de un sueño, sueño transmitido por Morfeo. Entonces, Alcíone, desesperada de dolor, se lanzó al mar buscando morir con su amado... Vemos así la importancia de Morfeo en los sueños de los humanos.
Muchos siglos después, el pionero de la psicología Sigmun Freud, descubrió el aspecto sanador del simbolismo de los sueños y además fue pionero en emplear la hipnosis, terapia que debe su nombre a Hipnos, el padre de Morfeo.
Así pues, cuando en la próxima noche os vayáis a dormir deseo que Morfeo llegue a vosotros y os llene la noche de sueños agradables y gratificantes que os hagan despertar felices y contentos de seguir entre nosotros y podáis compartir esa felicidad con los que os rodean. Porque no hay nada mejor que compartir esas sensaciones con los que comparten tu vida y contribuir a hacer un mundo mejor. Porque la felicidad puede ser contagiosa y es un contagio en el cual quiero participar.