Cristales, una Ventana al Alma
Estamos viviendo momentos de cambios tan intensos y profundos, gestando la nueva humanidad, que al relacionarlos con los cristales, me viene una imagen muy bella - la de una mujer embarazada- esa exuberancia de la naturaleza que da a luz desde sus entrañas a alguien definitivamente "perfecto".
Así también crecen y nacen los cristales. Desde el vientre de nuestra Madre Tierra, sólo emergen cuando están listos para transmitir su mensaje. Los cristales son los hijos de la naturaleza. Ella les da nacimiento, los pone en el mundo a nuestro alcance, para que todos (naturaleza y seres humanos) podamos convivir en plena armonía, aprendiendo unos de los otros.
Desde el mundo de la ciencia, los minerales son clasificados como inorgánicos. El abordaje en esta nota es desde una mirada integral del ser humano, y de cómo integramos nuestro plano espiritual a nuestra vida cotidiana. Con la ayuda de los cristales, podemos conocernos en todos nuestros planos: físico, emocional, mental y espiritual.
Tal vez se pregunten si las piedras son seres vivos, o si siguen creciendo una vez que son extraídas de los yacimientos. Ambas respuestas son afirmativas. Todo ser vibra y tiene vida. Los cristales también. Sus átomos se disponen de tal manera que forman diferentes estructuras geométricas. A esto llamamos Geometría Sagrada, manifestada a través de los cristales.
Cristales y Sanación
Decimos que los cristales sanan por su geometría sagrada. Ésta se refiere a los cinco sólidos platónicos, que son el tetraedro, el octaedro, el cubo, el dodecaedro y el icosaedro. Estas figuras tienen todas sus caras y ángulos iguales y pueden ser contenidas dentro de una esfera. Son las únicas cinco figuras geométricas con estas características que se pueden manifestar en la tercera dimensión.
Esta brevísima descripción de los cinco sólidos platónicos (poliedros regulares) nos brinda la posibilidad de entrar en esa Sabiduría Sagrada y poder comprender a los cristales en su aspecto más profundo, y que es de donde vienen sus cualidades curativas. No es mi intención hacer un análisis numerológico, sino simplemente destacar una información, que se puede observar fácilmente al mirar los cristales.
Podemos considerar a éstos como un lenguaje que la naturaleza pone a nuestro alcance. Los cristales pueden utilizarse sobre los chakras o centros de energía del ser humano. Al realizar una disposición de cristales sobre el cuerpo, se ponen en movimiento caudales de información energética valiosa para trabajar con los chakras, abriendo, liberando, desbloqueando y armonizando estos centros de energía.
También nos permite trabajar conectándonos con nuestra memoria celular y recuperar datos importantes para mejorar nuestra calidad de vida. Nos ayuda a comprender patrones de pensamiento, repeticiones, emociones recurrentes y diferentes estados anímicos.
Utilizados en meditaciones, sirven para despertar y desarrollar la intuición, conectándonos con las energías más profundas de nuestro ser.
En la sanación con cristales, se abordan zonas bloqueadas, emociones estancadas, patrones mentales rígidos o caducos y, fundamentalmente, se logra expandir nuestra conciencia sin juzgamientos ni criticas. Ellos nos enseñan a volver a nuestro estado de salud original, equilibrado y armónico.
Por ser el reino mineral el primero en tomar contacto con el mundo espiritual, a través de ellos somos conducidos hacia el "origen", hacia ese momento inicial de nuestra existencia.
Desde sus estructuras moleculares, los cristales nos enseñan un orden; desde su transparencia, nos enseñan un crecimiento; y desde su vibración, nos elevan hacia los planos superiores sin perder nuestras raíces. Nos enseñan a traer el espíritu a la materia, a despertar y a poner en acción nuestra Misión.
¿Por qué Sanan los Cristales?
- Por su estructura molecular. Ella vibra y está en resonancia con la estructura molecular de nuestro cuerpo físico.
Por el color. El color es una longitud de onda. Vibra en una frecuencia determinada que se corresponde con cada color de los chakras.
- Por su Geometría Sagrada. Sabemos que el lenguaje universal está expresado en símbolos. En los cristales, podemos encontrar todas estas figuras, comprendiendo que su decodificación dependerá de nuestro trabajo interno respecto de nosotros mismos.
Los invito a que cuando tomen un cristal en sus manos, tengan en cuenta que, independiente de donde lo miren, siempre van a ver su totalidad. Ninguna parte del cristal es más importante que la otra. Todas sus partes representan algún aspecto nuestro.
Si tomamos un cuarzo transparente, podemos ver que su base es más lechosa y que se va transparentando hacia la punta. Si esto lo pensamos en términos de nuestro crecimiento interior, ¿no es acaso lo mismo? Cuando comenzamos a trabajar con algún aspecto nuestro, éste se encuentra en sombras, en un estado denso, oscuro. A medida que vamos transitando por el camino interno, nos vamos aclarando. Vamos teniendo más claridad, aunque siempre nos encontramos con nuevas cosas en el camino. Pero si miramos nuevamente a ese cristal de cuarzo, también veremos en su interior nubes, inclusiones de otros minerales, formas, símbolos, arco iris, figuras etc. Ellos son como un espejo para nuestro crecimiento.
Los cristales, al acompañarnos en nuestro trabajo interno, se van transformando para ser esa cara visible de lo que nosotros mismos no nos animamos a ver en nuestro interior. Nos ayudan a mirarnos por dentro. La interacción los hace seguir creciendo y permitirnos a nosotros crecer con ellos. Es por esto que todo cristal puede seguir creciendo y evolucionando luego de haber sido extraído del yacimiento.
Cuidado de los Cristales Siempre que llegue un cristal a su vida, recuerden limpiarlo con agua y un puñado de sal. Déjenlo por tres días (sol y luna), luego enjuáguenlo. Una vez que el cristal esté adaptado a su energía, pueden limpiarlo dejándolo un día completo.
Importante: tengan en cuenta que hay cristales que no pueden ir al agua, por ejemplo: selenita, azurita, cuprita, malaquita, apofilita, calcitas, ámbar, crisocola, ulexita, etc. Pueden limpiarlos sahumándolos con carboncitos e incienso, mirra o benjui. También se pueden colocar sobre una drusa de cuarzo. Otra alternativa es ponerlos sobre una planta (en el macetero), para que esté en contacto con la tierra no más de un día.
Los que sí gustan de estar en agua son los ópalos. Se recomienda mantenerlos en agua, ya sea en algún frasco pequeño o en algodón siempre húmedo. Estos cristales contienen agua en el interior de su estructura molecular. Por lo tanto, si se secan o están en ambientes muy cálidos, se pueden quebrar y secarse. En ese caso, se volverán opacos y con una textura algo rugosa.