La Telepatía
Es la facultad de proyectar nuestros pensamientos a distancia y que estos sean captados por el aparato sensitivo receptor de otra persona. Realmente es una facultad de doble sentido: enviar y recibir.
Según nuestras propias experiencias parece existir un sistema físico que sostiene esta capacidad. La antena emisora de nuestros pensamientos estaría ubicada en la glándula pineal (epífisis) y la antena receptora (posiblemente) en la red nerviosa conocida como plexo solar, a la altura del ombligo, la zona en al que los antiguos indostanes ubicaban el chacra manipura.
A estas iniciales conclusiones llegamos, en primer lugar, mediante la investigación a través de técnicas de meditación o de introspección. Sistemas que, correctamente aplicados, nos permiten conocer más a fondo la realidad de los fenómenos, aunque desde un punto de vista científico no ortodoxo.
Se realizo , hace ya algunos años un interesante estudio dentro de la medicina forense. Examinaron las epífisis de 34 personas fallecidas y adjuntaron estos datos a las biografías personales de éstas (profesión, nivel de éxito dentro de su ámbito laboral, etc...) El estudio estaba necesariamente limitado por la escasa disponibilidad de elementos para el estudio. Sin embargo, de estos 34 casos reunidos a lo largo de 5 años, se disponían de suficientes datos como para que los resultados pudieran ser suficientemente significativos.
Según las revelaciones de esta singular experiencia, las personas de mayor éxito disfrutaban de una glándula epífisis menos degenerada. Recordemos que esta glándula involuciona y se calcifica conforme avanzamos en edad. Pero aquellos que a una edad avanzada disfrutaban de una vida activa y exitosa tenían una epífisis prácticamente normal. Esto era particularmente cierto en aquellos casos (4 en el estudio) que a una edad avanzada parecían llevar una vida exitosa en el plano sexual. Tres de estos cuatro (varones) habían conquistado a una mujer joven cuando tenían más de 60 años.
Según nuestras apreciaciones la glándula pineal (o epífisis) cumple un papel significativo en la "transmisión del pensamiento". De hecho parece ser algo así como la antena emisora del pensamiento. Posiblemente la mayor integridad de esta glándula es la que determina que en nuestra vida gocemos de cierto carisma.
Piénsese en lo siguiente: una cosa es hablar bonito y otra es conseguir atraer la atención de los que nos escuchan. Esto último no depende tanto del mensaje o de las palabras que le den forma. Todos sabemos de personas muy cultas con muy poco carisma y personas con escaso vocabulario pero capaces de promover un alto grado de atención y aceptación. El misterio no está en nuestra capacidad de expresión... sino en que nuestro mensaje se proyecte envuelto en unas ondas cerebrales poderosas. Esto es lo que distingue a los buenos de los malos vendedores, a los buenos oradores de los malos, etc....