La Isla de San Borondón
En las islas Canarias aún persiste una leyenda popular de una isla que aparece y desaparece desde hace varios siglos que fue bautizada como isla de San Borondón. Para unos es un fenómeno óptico que se produce con irregular frecuencia; para otros, un misterio sin resolver que emerge del Atlántico. El mito de la fabulosa isla de San Borondón sigue vivo.
Según los “testigos” que dicen haber visto la isla normalmente la sitúan en extremo occidental del archipiélago, entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro. Hay relatos desde siglos que narran la aparición de dicha isla, de la visión por muchos testigos y de su posterior desaparición, mientras otras personas atribuyen la extraña aparición debido a alguna acumulación de nubes en el horizonte o a un fenómeno de espejismo.
La leyenda de San Borondón llegó a adquirir tal fuerza en Canarias que durante los siglos XVI, XVII y XVIII se organizaron expediciones de exploración para descubrirla y conquistarla, incluso Leonardo Torriani, ingeniero encargado por Felipe II para fortificar las Islas Canarias, a finales del siglo XVI, describe sus dimensiones y localización y aporta como prueba de su existencia las arribadas fortuitas de algunos marinos a lo largo del siglo XVI.
San Borondón es la forma canaria de Saint Brendan o Saint Brandan de Clonfert (480-576 d.C.), monje irlandés, protagonista de uno de las leyendas más famosas de la cultura celta: el viaje de San Brendano o Brandano a la Tierra Prometida de los Bienaventurados, las islas de la Felicidad y la Fortuna... Según el poema irlandés, Brendan era un monje de Tralee, en el condado irlandés de Kerry.
Ordenado sacerdote en el año 512 d.C., partió junto con otros 14 monjes en una frágil embarcación que se internó en el Atlántico. La leyenda recoge el relato de sus aventuras, cómo recogieron otros 3 monjes más a lo largo de su viaje, sus encuentros con demonios que vomitaban fuego, con columnas de cristal flotante, con monstruosas criaturas tan grandes como islas.
Brendan y sus compañeros llegaron a una isla, en la que desembarcaron. Estaba llena de árboles y otros tipos de vegetación. Celebraron misa, y de pronto la isla comenzó a moverse. Se trataba de una gigantesca criatura marina, sobre cuyo lomo se encontraban los monjes. Después de muchas peripecias, Brendan consiguió regresar a Irlanda. Muchos se basan en esta leyenda para afirmar que marinos irlandeses debieron alcanzar, posiblemente, las costas de Norteamérica o de Terranova, así como de Islandia y otras islas del Atlántico Norte, en la Alta Edad Media. Unos viajeros franceses hicieron una de las primeras descripciones de la tierra firme de San Borondón. Asegura Marín de Cubas (1643-1704) que estos marinos llegaron a la isla cuando hacían la travesía desde Madeira hasta Gran Canaria. Desembarcaron en un puerto, no sabemos si natural o artificial, y aunque no vieron a nadie pudieron observar señales de haber hecho fuego y encontraron tres bueyes atados a unos pesebres de piedra.
Durante su estancia en San Borondón cogieron naranjas, hierbabuena, mastrantos y agua fresca, todo lo cual llevaron después al puerto de Gando para certificar su historia. Un hidalgo huido de la justicia, de nombre Ceballos, que en 1554 afirmó que había estado varias veces en San Borondón, una isla con espesísimas selvas que llegaban hasta el mar y que estaba poblada de pájaros que no tenían miedo de ser atrapados con las manos. En una playa grande y hermosa, según relató, vio huellas de gigantes y restos de haberse celebrado una comida en platos vidriados.
No es el único que afirma haber observado pisadas humanas de gran tamaño en las playas de San Borondón, ya que lo mismo afirmaron unos portugueses ante la Real Audiencia de Canarias en 1570, por lo que podemos colegir que los habitantes de este país son gigantes. Se creyó a pies juntillas en su existencia, y no faltaron relatos detallados de algún que otro navegante que juraba haber desembarcado en la isla y haberla explorado antes de que volviera a hundirse en el Océano. En algún tratado internacional firmado por el Reino de Castilla, haciendo referencia a Canarias, se hablaba de la soberanía castellana sobre "las islas de Canaria descubiertas y por descubrir"; como quien dice, por si acaso... La isla fue llamada "Aprositus", Inaccesible, y en otras versiones de la leyenda recibe el nombre de "Antilia" o "Isla de las Siete Ciudades", ciudades que se suponían fundadas por siete legendarios obispos.
Entre 1991 y 1992 dos barcos de pasajeros, tipo ferry, chocaron con algo donde teóricamente debió situarse la isla de San Borondón. El “Princesa Teguise” en su diario de a bordo consta: “Chocamos con algo indeterminado que era invisible”. A las historias populares, se suman poemas como en los Vasconautas de Viera y Clavijo: “Sobre un césped de hinojos y poleo, descansando del sol que la acalora a Catalina vi de San Mateo allá en San Borondón predicadora...”.O incluso en nuestros días, la adaptación musical de los Sabandeños canarios, que siguen dando fe de su existencia, tanto como la fotografía de 1958 de Manuel Rodriguez Quintero, desde los Llanos de Aridane.
Se dice que la aparición de la isla no puede ser efecto de una acumulación de nubes porque se avista en aquellos días en los que el horizonte está más claro y en que soplan los vientos favonios u occidentales. Con cierta frecuencia nubes detenidas al Oeste-Noroeste de El Hierro conforman una ilusión de gran veracidad aparente que no explicaría la uniformidad de sitio, figura y extensión repetidos en los relatos. Probablemente es un curioso efecto óptico también descrito en Reggio y Marsella.
Entre las islas de El Hierro, La Palma y La Gomera hay una meseta submarina, que hace milenios estuvo sobre el nivel del mar… tal vez esa sea la isla de San Borondón… Actualmente es una isla fantasma una isla imposible que cabalga, como otros misterios modernos, entre la leyenda y la realidad. Los habitantes de Las Palmas continúan mirando al horizonte en busca de esa isla de aves y plantas exóticas, seres extraños, arroyo cristalinos, aromas dulces, tiempos apacibles y frescos, nieve en el reino del aire, mar limpio repleto de peces de mil tonalidades, gigantescos dragos que parecen dragones, montañas de formas redondas, barrancos abismales. La toponimia insular quiso llamar a un lugar del municipio de Tazacorte San Borondón y ahora uno duda: ¿Será La Palma la misteriosa y mítica isla de San Borondón y la otra, que aparece y desaparece en el horizonte, un espejismo?
“San Borondón, San Borondón por la sirena, por su canción. Que suenen tambores guanches y canten las caracolas que la isla misteriosa se divisa entre las olas Que San Borondón ya viene, dibujándose en la bruma, como si fuera una reina con su cortejo de espuma. Y cuentan los que te vieron que quien te quiso alcanzar tan sólo encontró una nube meciéndose sobre el mar. ¡San Borondón, San Borondón! ¿Donde escondiste mi corazón?”