La Videncia y el mundo de lo oculto
Lo oculto es para el hombre todo aquello que no ve con uno de sus cinco sentidos. El cariz de lo esotérico nace con la conciencia humana y el darse cuenta de que notas las fuerzas que provocan los cambios en la naturaleza son perceptibles, pero sin embargo dejan huella de su existencia. Así como antes de existir como una realidad científica la gravedad era una energía esotérica y necesitó de un intérprete capaz de prever cómo era.
El mundo está lleno de otras leyes esotéricas que el tiempo, tal vez, lleve a los hombres a analizar de forma empírica, pero hasta entonces sólo serán ¿visibles para unos pocos?. Seguro que antes que Isaac Newton fueron muchos los que se dieron cuenta de esta fuerza que atraía a los cuerpos hacia la Tierra, muchos habían visto caer manzanas de los árboles y su instinto previsor como mucho les dio para reaccionar y saltar a tiempo antes de recibir el golpe del fruto. Pero sólo él dio esa mezcla de vidente-científico capaz de transformar algo esotérico en ciencia.
El destino hace que todos tengamos esa capacidad de previsión, esa facultad potenciar de adivinación, pero sólo unos pocos se dejan emplear como matriz del experimento. Tal vez porque su carácter, su personalidad o su genética les capacite dándole más valor en este sentido o simplemente dotándoles de una cierta curiosidad que les lleva a experimentar con estas facultades innatas. Pero el problema de la videncia como facultad es el proceso que sigue dentro del propio individuo que la concibe o experimenta.
Un ser que primero debe convencerse a si mismo experimentando y comprobando resultados, sin dejarse llevar por los límites en los que la lógica pueda perderse. Debe tener centrada su personalidad y su emotividad. Aprender a buscar lógica a esas ?previsiones?. Saber si tienen utilidad para él o la sociedad. Y sobre todo ser honestos consigo mismo y con los demás pues...más allás de las ?previsiones o videncias? los fallos vendrán a la hora de interpretar lo experimentado (no importa porque proceso o técnica haya llegado la videncia). Y es que como dicen viejos proverbios chinos: ?cada cual interpreta a su manera la música de los cielos?.
Las comparaciones son odiosas pero inevitables y al igual que las matemáticas basadas en números imaginarios creados en el pasado por los hombres por mutuo acuerdo para intentar explicar ?su mundo? y poner ?control a su existencia?, la videncia surgió por la misma necesidad ?control de nuestro devenir?. Ambas matemáticas y videncia intentan a su manera particular predecir eventos que se desarrollaran en el futuro o descubrir que origino las cosas en el pasado.
Pero, en ambos casos, la inexactitud es posible. La culpa no es de los números en el caso matemático, ni de las videncias en el caso extrasensorial, sino de los intérpretes y de si sus ecuaciones son correctas o no.
¿Quién de nosotros en cierta ocasión, por una necesidad, un deseo, un sueño o un trauma no hemos terminado sintiéndonos videntes por accidente y sorprendiéndonos a nosotros mismos con una visión de un futuro o parte de él, que luego hemos comprobado como acertado?. ¡Qué se lo pregunten al propio Steven Spielberg que con su Parque Jurásico hizo conocer la ?previsión? de un novelista, Michael Creighton, que auguraba una clonación de seres extinguidos en el pasado gracias a su adn encontrado en los fósiles y curiosamente es el proceso que se sigue en estos momentos para clonar el extinto tigre de tasmania en Australia.
Ya no se trata de debatir si existe o no la videncia. Ni siquiera de juzgar quiénes lo son o cometen fraude. Al matemático y al vidente deben juzgarle por sus clases y demostraciones, los alumnos o clientes, pero dedicarnos a especular sobre estas nimiedades sin trabajar sobre su verdadero estudio llevándolas a laboratorio o a observación con el propósito de encontrarle sentido, ciclos, leyes, etc hará que sigamos sin conocer esta facultad y sin saber emplearla en beneficio de nuestra especie.
Es destino que un día los hombres empecemos a plantearnos las cuestiones por los puntos verdaderamente importantes, al margen del comercio o de la política imperante en esos momentos. Plantearse la posibilidad de una facultad llamada videncia, no es sólo sopesar a los que dicen ser videntes, ellos deben ser sólo puntos de juicio, para forjar hipótesis. Porque como avanzaba Arthur Schopenhauer: ?el destino mezcla las cartas y nosotros jugamos?. Así que deberíamos aprender a jugarlas bien y a nuestro favor.