Evidencias históricas sobre la videncia
Lejos de esoterismo o de los tubos de ensayo de laboratorio la videncia o capacidad de prever acontecimientos podría ser una facultad innata a los hombres, surgida en algún momento de su evolución como especie. Y al igual que como se da en naturaleza dentro de cada tipo de seres, los hombres tendrían entre sus filas, más fuertes y más débiles, más sensibles y más indolentes, más perspicaces y más ignorantes, más videntes y más científicos. Y al igual que en cada una de esas categorías pueden existir grados habría lugar para el fraude y el engaño, pero también para la autenticidad y la verdad. Así los cobardes podrían aparentar valentía, de igual modo que los ignorantes demostrar talentos o los falsos videntes facultades que no poseen. Como señalaba sabiamente Giovanni Papini :? todo el talento de ciertos hombres se reduce al arte de hacer creer que poseen todos aquellos talentos que no tienen?. Y sin embargo por mucho que algunos mientan o dramaticen lo importante no es quién sea vidente o no, sino otra cuestión, ¿la videncia existe?. Y por consiguiente una interrogante, ¿qué es y de dónde surge?.
El hombre es el mayor enigma pendiente del propio hombre. Sus capacidades o carencias son su mayor poder al tiempo que su mayor miedo. La psique humana, la gran desconocida aún guarda muchos misterios por revelar a sus propios portadores vitales: memoria, capacidad de lenguaje, sentido abstracto de la realidad, intuición de individuo, capacidades extrasensoriales. Por demostración histórica ha quedado patente la posibilidad de prever el futuro en ciertas ocasiones y circunstancias por unos u otros humanos, de iguales o diferentes características: sexo, raza, religión, edad, herencia social y moral. Muchos personajes históricos han vivido una experiencia de lucidez sobre un futuro inmediato, han previsto un acontecimiento a nivel mental antes de que sucediera y con tanto detalle que la duda estaba fuera de lugar. Tal vez sólo eran videncias o previsiones pasajeras, que nunca se repetirían a lo largo de su vida, pero aún así la existencia de esa capacidad ?intuitiva y extraordinaria ? quedaba fuera de duda.
Desde el principio de los tiempos tanto los hombres como los animales, partes integrantes de la naturaleza que les rodea han demostrado la capacidad del ?instinto? para reconocer circunstancias, previéndolas anticipadamente en el tiempo. Era cuestión de una innata memoria que les permitía reconocer (por comparación) pequeños detalles en las cosas que les servían para ?recordar? que las producía. Para dibujarlo más sencillamente en la imaginación basta con ver como los animales son capaces de reconocer el peligro o el alimento en las huellas dejadas por otros o en su olor. Pero ese instinto de adivinación era simplemente un apartado de supervivencia desarrollado por las especies cada cual según las necesidades de su nicho ecológico. Con la aparición de la conciencia humana y la capacidad de reconocimiento del ser un individuo dentro del grupo no sólo nació la moral, el bien y el mal, sino que también aparecieron las capacidades de la lógica. Ayudadas en todo momento por ese nuevo conocimiento de lo abstracto que había evolucionado dentro del hombre y le había permitido la iniciación a la intelectualidad y el lenguaje.
Como por arte de magia ese ?instinto de previsión? que tenía como animal se había ido desligando del resto de las especies a la par que perfilando mucho más preciso en su propio beneficio. De ahí que pese a ser el animal menos adaptado para la vida, sea el que más capacidad de adaptación al medio ha desarrollado. Y es que el hombre ha aprendido a usar las cosas existentes en su propio beneficio. Para ello primero las ha observado durante mucho tiempo. Ha analizado sus detalles y memorizado las causas y las reacciones. Y luego sólo ha tenido que dedicarse a meditar sobre un plan donde al cambiar las causas de las cosas, aunque sea sutilmente, el resultado haya sido positivo a su favor.
Y es que conocer de ?antemano el destino y el futuro o entender correctamente el pasado? es lo que ha ido permitiendo al hombre tener ?control? y ser capaz de mejorar en parte ciertas secciones de su existencia. Eso es lo que llevó a ciertos investigadores científicos a preocuparse seriamente por las capacidades desconocidas de la mente humana. Como en el caso del norteamericano
Joseph B. Rhine que en 1930 hizo un intento de estudiar el potencial psíquico desconocido observándolo en el laboratorio de parapsicología de la North Carolina's Duke University, para lo cual experimentó con sujetos tanto supuestamente dotados psíquicamente como normales llegando a la conclusión de la existencia de la PES (Percepción Extrasensorial). Una capacidad dormida, pero presente en todos los seres humanos que podía medirse así como educarse para propio beneficio de los individuos. Desarrollando esa octava parte del cerebro que no utilizamos conscientemente en nuestras vidas cotidianas, pero cuyo funcionamiento y aprendizaje nos facilitaría la capacidad de telepatía, telequinesis, precognición, proyección astral etc. Pero esta necesidad de buscar explicación científica a la videncia y similares facultades hizo que los propios investigadores, recién creadores de una nueva ciencia (parapsicología) olvidaran buscar en las propias raíces históricas los pequeños matices que no se podían estudiar en laboratorio (el alma o la mente individual que cada facultado psíquico posee y lo diferencia del resto). Por eso incluso los propios gobiernos que experimentaron con estas facultades en secreto intentando descubrir su funcionamiento para provocar las ?previsiones y facultades? a voluntad como arma de control sobre otros ejércitos fracasaron tan estrepitosamente. Se pueden, hoy por hoy, estudiar como leyes estas ?cualidades mentales extraordinarias? pero no controlar el alma de quienes la poseen, añadiendo a esto que los ?dotados? tampoco parecen haber logrado a controlar a voluntad estas ?previsiones o videncias ?. Tal vez porque como humanos que son sus propios estados anímicos o psíquicos de sus vida cotidianas les influyan a la hora de recibir esas ?experiencias premonitorias o de control futuro?.
Cuando la humanidad aprendió a observar las cosas comparándolas, descubrió el tiempo y el espacio. Fue el inicio de su propia identidad, pero también de la identidad de las cosas que le rodeaban. En consecuencia todos los hombres normales, en plenas facultades psíquicas, tienen capacidad de prever acontecimientos de futuro o ver las causas pasadas de un resultado en su presente. Para ello sólo juega a ser un detective buscando pistas, enlazando causas y resultados.
Un proceso intelectual que se inicia con una recogida de datos y una comparación con otros memorizados. Nuestra realidad ni siquiera es la auténtica, es una forjada a partir de un aprendizaje de conceptos que otros humanos fueron inventando u observando y posteriormente pasándolo como herencia a sus descendientes. Los cuales les fueron a su vez añadiendo nuevas pinceladas hasta formar el óleo de ?todo lo conocido o real?. Con la intelectualidad llegaron las complicaciones. El hombre llegó a preguntarse por si mismo. Era inevitable la aparición de la filosofía y la metafísica. La creencia en el alma no tardó en hacer su aparición y eso desencadenó la creencia en dioses y fuerzas superiores. Nada tenían que ver estas nuevas divinidades con aquellas adoradas en sus albores de bípedos basadas en las fuerzas poderosa en la naturaleza, ya que estas deidades actuaban con una lógica y daban un motivo a las cosas. Eran los orígenes de las causas y actuaban en conformidad de un tiempo que para un simple mortal no era previsible, pues no tenía límites. Era un tiempo infinito. Como dijo Federico Annel: ?el tiempo no es sino el espacio entre nuestros recuerdos?.
Pero algunos hombres salían esporádicamente como fruto de su especie trayendo consigo unas capacidades especiales con las que percibir esa lógica de los dioses y del tiempo. En ellos ese instinto de previsión del futuro o visión del pasado no estaba tan delimitado como en sus congéneres. Por motivos desconocidos y para desconcierto de sus semejantes eran capaces de predecir o ?ver? los acontecimientos mucho más allá de donde los otros alcanzaban a ver. Así fueron adorados, utilizados, pero también temidos y perseguidos. Adulados y criticados. Era normal que pasara esto teniendo en cuenta que se trataban de herencias extraordinarias que nadie sabía de donde salían ni que las controlaba o provocaba. Y sobre todo, que un uso inapropiado de estas facultades en beneficio de sus poseedores les hacia más fuertes entre los demás. (Barón de Holfach:?La mayor gloria del talento es conocer la verdad. Solamente es apreciable en cuanto es útil: pero en manos de un perverso es un arma cruel y terrible?.) Con el nacimiento del concepto de videncia, como capacidad de predecir el futuro, nació también la polémica. Por un lado el debate radicó por milenios entre su verdadera naturaleza. La superstición y la ignorancia de los decenios anteriores llevaba a la gente a creer en ellos, pero esa misma superchería les hacía dudar, porque les hacía difícil encuadrarlos moralmente dentro del bien o del mal. Años después y por siglos se les juzgó por otros motivos. ¿Realmente alguien podía tener facultades de previsión de futuro?, ¿se trataban únicamente de psicóticos o narcisistas que necesitaban de la admiración de sus convecinos?. Y apenas entrado el siglo XIX, cuando aún no se habían resuelto estas interrogantes sobre ellos con la aplicación de la razón a sus facultades, en un intento de estudiarlas de forma cientifista comenzaron a surgir a la sombra cientos de dudas menores, todas ellas nacidas a la observación de que no todos los ?previsores o videntes? mostraban las mismas particularidades, ni los mismos patrones, ni tan siquiera poseían la misma capacidad de ver las cosas (unos eran expertos en cosas personales, otros morosas, otros físicas), ni la misma forma de delimitar su posibles dotes (unos vivenciaban el pasado de las personas, otros el futuro, otro el futuro inmediato, etc). Y cada cual igualmente recibe las visiones ?previsorias ? de una manera particular: sueños, imágenes visuales, falsees, intuiciones, símbolos, escritos, lecturas de métodos adivinatorios, mediumnidad, como es el caso de Edgar Cayce el famoso médium pero también del físico y matemático Stephen Hawking que en sueños dibujó los planteamientos de los espacio-temporales y los agujeros negros, y que sugirió asimismo la formación tras el Big-Bang inicial de micro-agujeros planteando la física cuántica.
Habían existido durante milenios, chamanes, brujos, sacerdotes curando enfermos, santos y místicos de todas las religiones, así como curanderos o herboleros y alquimistas y famosos médicos que tuvieron más intuición que los propios académicos que les enseñaron , simplemente por ?intuición y previsión?. Conduciendo con sus visiones a pueblos y sus gobiernos. Jesucristo, Moisés, George Washington y el propio Napoleón Bonaparte: ?Es necesario seguir los caprichos de la fortuna y corregirla cuando se pueda?; El gran estratega de la batalla era capaz de memorizar todos los datos de su ejército y decir los nombres de sus militares y visualizaba de ante mano las batallas. Habían aconsejado batallas con sus victorias y sus derrotas. Habían previsto la llegada de cambios, como el propio Aldous Huxley en su novela de 1932, Un Mundo Feliz, ?previó y adivino? las avances tecnológicos de la sociedad moderna augurando los poderes de los descubrimientos del genoma humano y la capacidad de clonar, así como de introducir cambios genéticos en nuestro ADN . Y habían descubierto y entendido antes que la ciencia existiera como algo real en la mente de los hombres que las cosas tenían un principio de causa y un azar relativo, haciendo de sus videncias uno de los más viejos principio empíricos: ?si las causas no existieran, todo sería producido por todo y el azar?. Haciendo imposible la existencia de leyes y patrones o ciclos en la naturaleza, y por lo tanto haciendo imposible el estudio de la misma (Ciencia).
¿Y si ellos eran la llave que les faltaba a la humanidad para sobrevivir como tal por encima de las especies a lo largo de los tiempos?. La ciencia nos permitía y permite tener conciencia de todo, pero control sobre nada. A no ser que seamos capaces de antecedernos a los acontecimientos. Y esos son ellos, los videntes y facultados los que se anteceden y los que dan un cierto final feliz (si son auténticos) a aquella pesimista frase que Herodoto legó a la historia ?de todos los infortunios que afligen a la humanidad, el más amargo es que hemos de tener conciencia de mucho y control de nada.?