Karma y astrología
El análisis kármico de una carta natal exige una profunda comprensión de los misterios de la vida y de la muerte, a partir de la comprensión de la ley del eterno retorno.
En la raíz de toda teogonía, en el Espíritu mismo de todo Libro Sagrado subyace el Principio de la reencarnación como fundamento del misterio de la vida.
En algunos casos, por motivos poco claros, se hicieron sutiles alteraciones de los textos para ocultar este principio, pero estas no engañan a aquellos que tienen “ojos de ver y oídos de oír”.
Basta, por ejemplo, con recordar las preguntas que se le hacían al Maestro Jesús preguntándole si Él era el profeta Elías que había regresado y las respuestas del Maestro diciendo que Elías ya lo había hecho pero que no lo habían oído, haciendo referencias al Bautista que predicó en el desierto.
Estos pasajes de los Evangelios solo son comprendidos a la luz de la reencarnación.
Cuando un astrólogo kármico observa una carta natal sabe que esta evaluando un punto matemático de un largo camino que el alma individual viene transitando desde tiempos inmemoriales.
Esa carta es una historia de muchas y muchas vidas que apunta hacia un destino futuro, que sin dudas puede ser rectificado en el presente si las circunstancias apartaron al individuo del camino que el alma se esfuerza en recorrer.
El alma de cada uno de nosotros es en verdad como una semilla que se introduce en la tierra para desenvolver todo su potencial, y así como ya existe en ella la arquitectura del árbol, así también existe en la sustancia del alma la arquitectura de nuestro propio destino, que debe cristalizarse en la dimensión del tiempo futuro.
En vidas anteriores realizamos muchas acciones que nos apartaron de la línea de nuestro propio destino y generamos conductas, que más allá de su cualificación moral o ética produjeron experiencias carentes significación real para nuestro crecimiento interior.
Cuando nos apartamos de la línea de nuestro destino, vivimos experiencias que no nos pertenecen y nuestra historia personal se impregna de símbolos mnemónicos vacíos de contenido anímico.
Por el contrario, cuando rectificamos nuestros pasos en la vida y nos armonizamos con los profundos anhelos de nuestra alma todo vuelve a tener significado para nosotros.
Todo, inclusive nuestros pasajeros fracasos tienen su razón de ser.
A partir de esa nueva realidad, nuestra historia personal adquiere hondo sentido, y esto tiene que ver con la revalorización del ser interior profundo que comienza a encontrar nuevamente su espacio y su expresión particular en la edificación del destino.
En nuestro mundo interno existen dos fuerzas antagónicas en permanente confrontación;
- Una es la fuerza del alma, que persiste en que se concrete el destino.
- Otra es la fuerza obsesiva de nuestros hábitos y apegos que nos apartaron del camino.
El objetivo del alma es la propia felicidad, por que el alma es la felicidad misma que se encuentra en la plenitud del ser.
No se puede ser feliz fuera de la línea de nuestro destino, por que solo en ella nuestra alma encuentra las condiciones apropiadas para su expresión.
En nuestra alma está la fuerza y el poder reencarnante.
Es el alma de cada uno la que lucha persistentemente, desde lo profundo, para que nos reencausemos en la línea de nuestro destino y en esta persistencia se encuentra la causa secreta del retorno.
Cada retorno es, por lo tanto, una nueva oportunidad que la ley nos concede para que ajustemos nuestras cuentas con la Justicia Kármica, que opera en la esfera restrictiva de cada consciencia individual. La Ley del Karma, por ser la propia Ley de Dios en acción, se fundamenta en los misterios del amor, por lo cual no busca el castigo por errores cometidos en el pasado sino que, por el contrario busca siempre ayudar el crecimiento espiritual de cada uno. Cada nuevo retorno debe entenderse como una nueva oportunidad y no como un castigo.